jueves, 21 de agosto de 2008

172 elementos, tomados de dos en dos. ¿Ventana o pasillo? El peor escalofrío de la lectura de la prensa hoy consiste en repasar la lista de pasajeros del JK5022 con la inquietud de si detrás de ese Fernández, ese López o esa García se esconde tu Fernández, tu López o tu García. Es la brutal diferencia entre el drama anónimo y la cara conocida. 172 personas, 153 muertos. Otro detalle igual al 11-M: a medida que se conozcan más detalles, sabremos que el amigo de un amigo, que el primo de un vecino o que el cuñado de un compañero de trabajo están en esa lista de nombres muertos. El mundo, tras la tragedia, siempre es mucho más pequeño.

3 comentarios:

Jesús dijo...

Un desastre, como cada verano.

Mr Blueberry dijo...

Es cierto, poco a poco te ibas enterando de gente que conocias o amigos de amigos, que estaban en los trenes...Que pena.

Abrazotes

Anónimo dijo...

Si existe algo inherente a los seres humanos que debería permanecer intocable en su pureza, eso es el dolor, y más aún si afecta a tantas personas como ocurre con el trágico accidente de Spanair. El dolor no se puede medir, es imposible de ponderar, limitar e incluso expresar, y la mayor actitud ética es respetar con rigor la pureza de ese dolor y estar incondicionalmente con las víctimas.

Esto solía ocurrir en las sociedades cuando estas aún no sucumbían al abandono moral del liberalismo, cuando los “medios”, es decir, la televisión, no eran los abanderados del mercado. Pero hoy no es así, y el sagrado dolor de los familiares de quienes viajaban en la aeronave siniestrada se vio agredido por actitudes repulsivas.

El vocero de Spanair es quien expresa el punto de vista de la empresa, y hasta es posible reconocer que es lícito si se expresa con eufemismos al referirse a problemas gremiales, pero resulta repulsivo que, cuando cientos de personas reclaman, desde el dolor y la incertidumbre, saber qué ha ocurrido, les escatimen la verdad hablando de un “incidente” a sabiendas de que en ese momento el avión ardía.

Sabemos que la prensa pasa por la peor época, ser periodista es dedicarse a un empleo más que precario, los becarios mal pagados son más rentables que los profesionales con experiencia, y en el caso de quienes trabajan para la televisión, la información dejó de ser un derecho ciudadano para ser la búsqueda de la noticia que venda, a cualquier precio, pues los índices de audiencia marcan y determinan la ética.

Era nauseabundo ver a jóvenes mal pagados y peor formados que, micrófono en mano, se precipitaban sobre personas sufrientes que se acercaban al aeropuerto a saber del hijo, la madre, los nietos.