jueves, 6 de noviembre de 2008


nos marchamos para empezar algo bonito.

9 comentarios:

Jesús dijo...

¿Como? Pero volvereis para explicarlo...

Verena Sánchez Doering dijo...

Querido amiga

Por motivos complicados que he tenido de salud y bastantes problemas personales, no he podido estar cerca de ti
Solo darte las gracias por tus saludos y tu compañía todo este tiempo
Todo esto ha sido lo que me ha mantenido alejada de la Net sin poder contestar los saludos pero si he leído todo lo que me has envidado y gracias por sentirte cerca

Mil gracias y desde mi corazón te envío todo mi cariño
Voy un poco mejor, y hoy me he dado fuerzas para saludarte y enviarte todo mi cariño

Un abrazo grande y sigo contigo apoyando todo lo que haces
Mil besitos, mil abrazos y mil disculpas
Que estés muy bien

Gracias amiga y donde te marches no te alejes y que todo salga bien

Verena

Mr Blueberry dijo...

¿Podremos ser testigos?¿Nos volveremos a leer?

Pancho Ramirez dijo...

Mujer, tu macho cabrío, tu Amo y Señor, tu todo, osease modestamente YO, el GRAN MONOTRIBUTO, te da una única oportunidad: entra ahora en mi blog, y tu líbido volará en oleadas de placer orgiastico hasta donde tu mente lujuriosa quiera. Hazlo ya, mimosona, mañana es tarde.

marisa dijo...

vale, lo que digais..

Anónimo dijo...

más te vale que avises de la nueva ubicación!

Mirna vs Marla dijo...

yo... una heroína de leyenda... y no conseguí sobrevivir a tu última guerra.

en las aerolineas de mi cuerpo ya no hay turbolencias ni mareos. saludo con un beso a las azafatas y el piloto se muere de celos.

que comience el vuelo.

Anónimo dijo...

Estaría tan perdida si no conservara tu huella...

Anónimo dijo...

La Reina era la única mujer del Manicomio que tenía una habitación para ella sola. Y no porque proviniese de una gran familia o tuviese un carácter violento, si hubiese sido por eso la hubiesen alojado en una de las celdas de aislamiento que había en el subterráneo. La única obsesión de La Reina era hacerse vestidos con cualquier fragmento de tela que encontrase a su alrededor. Y por eso era imposible dormir con ella, porque por las noches cogía sus sábanas y las tuyas, las agujereaba para meter su cabeza y decía que ella era la Reina, y cuántas más sábanas, cortinas y manteles conseguía con más orgullo lo decía. Tal era su obsesión por hacerse vestidos que hubo un momento en el que todas las mantas y sábanas del hospital estaban agujereadas, no había manera de frenarla. Durante meses, las monjas y enfermeras se pasaron las noches de guardia cosiéndolas y recosiéndolas. Hasta que un día, cansadas, tomaron la decisión de ofrecerle una habitación sin telas, con su ventana desnuda y un colchón sin funda para ella, aunque hiciese frío. Entonces ella se puso muy triste aunque, paradójicamente, todas las demás internas, muertas de envidia por la independencia que le habían otorgado a la Reina, empezaron a llamarla así. Porque lo era.